Aquellos Años (2015-2018) … Soy migrante en tierras ecuatorianas


Año Nuevo en mi Vieja Ciudad Colonial que me vio Nacer … Año Nuevo en los Años 40
¡Mi Viejo Coro Colonial!
¿Año nuevo, vida nueva?


Recuerdos gratos que tengo grabados en mi mente, de las primeras dos décadas de mí existencia, nunca podré olvidar el año nuevo en mi “viejo Coro Colonial” eran los años 40, momentos que viví, tienen un lugar muy especial en mí corazón. Fueron los años de mi niñez que viví en el pueblo que me vio nacer, crecer y desarrollarme como un hombre de bien que soy. Han pasado muchos años, y aunque me encuentre lejos nunca lo podré olvidar, te llevó en mi corazón y nunca de ti me olvidaré jamás.
Allí dejé mi familia, allí dejé a mis amigos, a mi viejo pueblo amado algún día quiero volver, donde me espera esa gente bella que han sido parte de mi ser.
Me tocó vivir una niñez en una ciudad donde los vecinos eran como una gran familia. Recuerdo algunos apellidos, la memoria me puede fallar, pero trataré de recordar, al frente Vivian la familia de apellido Laguna, Sánchez, García, en la esquina calles Federación y Buchivacoa los Piña y los Andara y en la misma acera familias de apellido García (familiares de mi abuelo), en la esquina calles Federación y Churuguara los Díaz, Molina, Ruíz y Padilla, digno mencionar también los Pérez, Orofino, Pineda, Calles, Graterol, esos los más antiguos que recuerdo.
La casa donde vivíamos fue construida por mi abuelo, Don Carmelo. Allí murió él en diciembre de 1962 y en la misma casa murió mi abuela en agosto de 1962. ¡Qué privilegio para mi vivir mi infancia al lado de mi abuela que me crio, que me prodigo cariño y amor incondicional! Yo le decía, abuela tú eres una mujer del siglo 21, y ella reía.
Noche Buena de Año Nuevo
Al finalizar el mes de diciembre, se repetía la historia, algunos tíos llegaban el 30 y otros el 31, pero para la noche buen todos estábamos reunidos. La emoción, la alegría, esa convivencia volvía a reinar en nuestra casa paterna. La fiesta de año nuevo acercaba aún más, familiares y amigos, vecinos y conocidos, para compartir esos momentos especiales.
Avanzaba la noche, y comenzaban a preguntarse, cuánto falta para las doce; para ese entonces en la casa paterna había una radio, las emisoras del país se dificultaba sintonizarlas, había mucha interferencia, pero sintonizaba emisoras de Aruba, Curazao y Bonaire, hablaban en papiamento, una mezcla de varias lenguas incluyendo el español. Pero lo importante de estas emisoras, era la música, aquellos ritmos y eso en muchos aspectos los que vivíamos en la costa nos identificábamos con ellos. Mis tíos y algunos amigos, degustaban algunos licores, y lo más importante, se disfrutaba comiendo hallaca, pavo, celse de cochino, chivo asado y para los que ya estaban entonaditos por el licor un bue hervido de chivo.
Y llego el momento, se escuchaba los gritos, la algarabía, “Feliz Año”, feliz año, y yo lo primero dónde corría era dónde estaba mi abuela, feliz año abuela, como no recordar aquellos momentos tan hermosos para una familia unida. Se sentía la algarabía en la radio, feliz año, feliz año, y la música volvía a envolvernos en esa magia caribeña de las islas.
También es digno recordar, que volvían a bajar “Los Salveros de la Sierra”, nuevamente de casa en casa, alegraban aquellos momentos de un nuevo año por venir, con sus salves y alegorías contagiaban a la gente. El compartir con ellos hallacas y otras comidas, una forma de agradecer ese gesto de estar con nosotros, por allí un tío les ofrecía su cuartico de ron, y algunas monedas, que ellos agradecían cantando.
Comenzando la década de los 50, los vecinos comenzaron a emigrar, aquella cuadra quedo solitaria, y comenzaba un nuevo acontecer en la vida del coriano de ayer.
Hoy, al recordar aquellos años, pienso en la fuerza de esa unión vivida en esa familia, mi abuela era la responsable de mantener esa unión familiar, que duraría por mucho tiempo, aún después de su muerte. Mi abuela, Doña Francisca Quiñonez Castillo de García, mi madre de crianza, yo la llamaba cariñosamente “Mapanchita” y los vecinos la llamaban “Doña Pancha”. Permanecen tan vivos esos recuerdos que aún tengo en mi memoria, que quise al recordar, rendir un humilde homenaje a esa persona que me acompañó hasta que cumplí mis 21 años. Su preocupación siempre, fue que yo estudiara, ya que sus hijos no la complacieron. Puedo decirle a mi abuela, abuela te cumplí. Siempre estarás en mi corazón.
Pensamiento
“Aún recuerdo al recorrer sus calles, cuando casas Viejas llamaron mí atención, pero hoy algún tejado rojo, me llena de añoranza el corazón” (Dylia Santiago).
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