A la “Maestra Olimpia” con cariño. Homenaje a los maestros venezolanos de aquella época

Antes de que el agricultor recoja la cosecha, tiene que preparar el terreno, sembrar la semilla y cultivar el campo: igual cosa ocurre con el maestro quien tiene que cultivar la mente, desarrollar buenos sentimientos e inspirar nobles ideales en el niño. Si se pierde la cosecha del agricultor, su familia sufre hambre. Si fracasan los niños de una nación, ésta sufrirá las más funestas consecuencias. El maestro tiene la responsabilidad de velar que el niño se desarrolle en toda su capacidad.
La “Maestra Olimpia” como cariñosamente se le conocía, tenía un parentesco muy grande con mi persona, no solamente era mi tía paterna, sino que era mi tercera mamá, “maimpa” como fraternalmente yo le decía. Comienza a viajar mi memoria de niño/adolescente, allá hacia finales de los años 40, mi tía Olimpia era Maestra en Punto Fijo, luego recuerdo que en los años 50, ya trabajaba como Maestra en la Escuela Nacional Graduada “Lucrecia de Guardia” en la ciudad de Coro, como Maestra de 5º grado tiempo que duró hasta su jubilación. Se inicia como Maestra, con solo sus estudios de bachillerato, posteriormente ella entraría en un programa especial para Maestros no graduados “Formación en la Acción”, durante los períodos de vacaciones de julio/agosto, allí tenía que fajarse a estudiar, hasta que culmino sus estudios graduándose como “Maestra Normalista”. Pero anterior a eso, todas las vacaciones el Ministerio de Educación, tenía una programación de cursos para el mejoramiento profesional, de los cuales siendo adolescente fui testigo de ese arduo trabajo; cursos de Historia, Geografía, Manualidades, Matemáticas, Castellano, etc., mi tía era una fanática del conocimiento, en eso era exigente, sino que me lo pregunten a mí. La “Maestra Olimpia” nace en Coro, Estado Falcón, Venezuela, en los comienzos de los años 20. Su nombre de pila era Carmen Olimpia García Quiñones, hija de un criador de caprinos llamado Don Carmelo García Gómez y de Francisca Quiñones Castillo, de este matrimonio nacieron 13 hijos, incluyendo mi padre. Fiel admiradora y seguidora de la obra de Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura en 1945, admiraba esa dedicación a la enseñanza con amor y abnegación; La “Maestra Olimpia” encontró en la escuela y en los niños su razón de ser como persona al servicio de los más sagrados intereses de una nación que buscaba su desarrollo.
En sincero tributo de admiración y respeto al Maestro de aquella época, quiero reproducir “La Oración de la Maestra”, que es todo un mensaje de amor y abnegación. Oigamos su ORACIÓN.

La Oración de la Maestra

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que tú llevaste por la tierra.
Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñe.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame a que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.
Muéstrame posible tu evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.
Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.
Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que no supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.
Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal, en mi lección cotidiana.
Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.
Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!
Haz que haga de espíritu su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más oro que las columnas y el oro de las escuelas ricas.
Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor. ¡Amén!

De Gabriela Mistral, Jorge Manach, Director de la Sección de Escuelas, Nueva York, dijo de ella: “Hasta por su mismo semblante, material de talla heroica y dulce fatiga, es como una encarnación viviente del alma hispánica continental: toda la Tierra Americana parece haberse hecho espíritu en ella…”. ¡Murió Lucila Godoy…! Es cierto…pero ¡Gabriela Mistral vive! La “divina Gabriela”, “la poetisa de América”, la noble y tierna maestra está palpitando a través de su obra.
Sin pretender ser exhaustivo y limitándonos solamente a mencionar los personajes que influyeron en la vida de la “Maestra Olimpia” como educadora: Don Simón Rodríguez, Maestro de América, decía “Educar es crear voluntades” y otro de los conceptos sobre la educación era “Instruir no es educar ni la instrucción puede ser equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque”; Andrés Bello, poeta y educador, de él me enseñó su joya literaria, “Silva a la agricultura de la Zona Tórrida”, oda maestra del romanticismo, 1826; Rómulo Gallegos, leído y admirado, entre sus obras que mantenía en su biblioteca, podemos citar: “La Trepadora”, “Doña Bárbara”, “Cantaclaro”, “Canaima”, “Pobre negro” y “Sobre la misma tierra”, soy depositario de mucho de esos libros. Como mujer romántica, le gustaba la poesía, entre sus poetas favoritos estaban: Pablo Neruda, con su obra “20 poemas de amor y una canción desesperada”; Andrés Eloy Blanco, “Píntame angelitos negros”, poema que refleja su estilo de escribir sobre la gente de nuestro pueblo; y hay un poeta de mucho significado, en un amor que nunca fue, como lo es Rubén Darío, poeta nicaragüense, de él conservo libros todavía.
La “Maestra Olimpia”, recibía periódicamente las ediciones del Ministerio de Educación, entre ellas está la Revista “Educación”, revista para el magisterio, conservo en mi poder el Nº 43, junio-julio de 1946; Etapa II Nº 70, marzo 1954, Año XV; Etapa II Nº 81, febrero 1956, Año XVII; Etapa II Nº 84, diciembre 1956, Año XVII; Etapa III Nº 88, mayo 1959, Año XX; Etapa III Nº 89, enero 1960, Año XXI. También recibía la Revista “Carta Pedagógica”, editada por el Servicio de Información de los Estados Unidos de América, mantengo en mi poder los números que pude rescatar, que van desde: Año XI-1959, Año XII-1960, Año XIII-1961, Año XIV-1962, Año XV-1963. Esta revista editaba 12 números por año, de 35 a 40 páginas; en algunos años salió cada dos meses. Era un buen material de apoyo para los maestros de primaria. Otras de las ediciones del Ministerio de Educación Nacional (1950) que recibía, era la “Biblioteca Popular Venezolana”, la Serie Marrón: Antologías y selecciones.
La “Maestra Olimpia” incursiono en la política, perteneció y fue dirigente del “Movimiento Magisterial Copeyano”, admiradora y fiel seguidora de el Dr. Rafael Caldera, líder indiscutible de la Democracia Cristiana en Venezuela. Con el senador Arístides Beaujon, senador por Falcón, mantuvo una estrecha amistad, hasta el punto que cuando el senador venía a Coro visitaba en su casa a la “Maestra Olimpia”, tomaban un cafecito y discutían asuntos relacionados al partido, doy fe de ello porque yo estaba allí.
Un gran maestro: “Yo diría que un gran maestro es aquél que infunde a sus alumnos acopio de conocimientos y sed de saber más, autodisciplina y alegría de vivir, orgullo de ser una parte esencial e indispensable de los designios de Dios, humildad frente a lo impenetrable de la naturaleza y a la arrogancia de su propia especie, fortaleza y nobleza, arresto y modestia, independencia y respeto, reverencia hacia la tradición y ansias de progreso” (Yehudi Menuhin).
¡Magisterio! Labor Sagrada: “El material que a mí me encomiendan es más plástico que la arcilla del alfarero, de más valor que el oro del avaro y más poderoso que la bomba atómica del hombre de ciencia: ¡Es la mente, el corazón y el alma de un niño…! Puesto que mi tarea es sagrada, me corresponde hacer todo cuanto esté en mi poder para conservarme digna de mi profesión… Soy miembro de una de las profesiones más exigentes, responsables y estimulantes del mundo… ¿Soy maestra de escuela…!” (Arline C. Smith, maestra de Ruffin, Carolina del Norte).
Por una “educación” sin ataduras ideológicas, celebremos el 15 de enero de 2017, el “Día del Maestro”.
Blog Hoja 051





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