Aquellos Años (1977-1980)…mi trabajo en el Banco Latino en Santa Bárbara de Barinas
Continuamos viajando, salir de Acarigua para trasladarnos a Santa Bárbara
de Barinas, recorrer aproximadamente 327 km en un tiempo más o menos entre 5
horas 30 minutos y 6 horas, dependiendo del tráfico, la lluvia o cualquier
acontecimiento imprevisto. Nuestro sitio de llegada, donde pernotaba por las
noches a descansar, era el hotel “Las
Palmeras”, ubicado en la carretera
nacional, vía San Cristóbal, entrada a Santa Bárbara. En la entrada Nº 24
hablamos sobre la “prenda sobre la cosecha”, en la entrada Nº 26 nos referimos
a la “prenda sobre la maquinaria”, y en esta entrada estaremos hablando sobre
la “prenda sobre animales”. Quiero hacer énfasis en una cosa, “Prenda Agraria o Prenda Agrícola”, se constituye como una garantía especial de un
préstamo cuando los objetos sobre la cual recae son cosas destinadas a la
explotación agropecuaria. La peculiaridad de esta prenda consiste en que el
deudor conserva en su poder y utiliza los objetos prendados, los cuales no
puede enajenar sin incurrir en un delito. Dejamos esta entrada para hablar
sobre “Prenda sobre Animales”,
porque Santa Bárbara de Barinas se convirtió en aquel momento en la zona con
mayor número de fincas pignorando ganado. Lo primero que observábamos era
cuantos animales el peticionario ofrecía en garantía, se hacía una
clasificación en puros, criollos y mestizos, normalmente lo que pignorábamos
eran novillos, aunque en ocasiones me toco pignorar vacas. Se establecía un
valor unitario asignado al grupo de animales y se establecía el valor total del
grupo. Era importante, establecer claramente la ubicación de la finca donde se
encontraban los animales, lo que permitiera que cualquier otro funcionario o
inspector pueda ubicar la finca o los animales en caso futuro. Otro aspecto que
debía verificarse antes de cualquier operación, era si los animales ofrecidos
en garantía se encontraban o no marcados con el hierro del solicitante, según
padrón que debe encontrarse en el expediente.
El hierro del solicitante debía comprobarse con la certificación que
aparecía en el expediente, por cuanto el Banco no aceptaba en garantía ganado
alguno que no estuviera marcado a fuego con toda claridad, con el hierro de su
dueño debidamente inscrito ante las autoridades competentes. El ganado en
garantía era marcado por el Barco con un hierro de gravámenes y con marca de
desgravámenes al liberarse.
No se aceptaba en prenda, ganado alguno que no reuniera las condiciones
sanitarias o físicas adecuadas a juicio del Banco, debiendo el prestatario
obligarse a cumplir con las exigencias sanitarias formuladas por el Banco
durante la vigencia del préstamo.
En consecuencia, como responsable de este trabajo debía tener presente
estos extremos para actuar de conformidad con los mismos, cuando se trataba de
prenda agraria. Mi recomendación siempre fue, que la garantía en estos casos
debía ser integral (finca, ganado y maquinarias).
Viajando a través de mi memoria, en Santa Bárbara de Barinas conocí a Don
Julio Oquendo, era un hombre recio pese a su edad, emprendedor, valiente, de
gran espíritu de trabajo, y con talento, hombre preocupado por el desarrollo de
la ganadería en su región. Tenía bastante experiencia personal, y la transmitía
a sus colegas ganaderos, me acompañó varias veces a visitar fincas y a promover
el crédito agropecuario que ofrecía el Banco. Durante los años 70, dada la
euforia generada por los ingresos extraordinarios logrados por las
exportaciones petroleras en los mercados mundiales, el sector agrícola creció a
tasas vertiginosas por las políticas compensatorias subsidiadas con divisas.
Los llanos occidentales de Venezuela constituyeron un escenario privilegiado de
este proceso. Pero esta ilusión comenzó a desvanecerse, a raíz del “fatídico viernes negro” en 1983. Algo
de historia, si nos ubicamos en el 2016, hay algunas respuestas.
Don julio vivía con su familia en San Cristóbal, él era un hombre del
campo, su tiempo transcurría en su finca, tenía una bonita familia; pero
recuerdo a Pablo Oquendo creo que era el hijo mayor de Don Julio, también
ganadero, tenía su finca aparte, con el cual también me unió una buena amistad.
Años de anécdotas y recuerdos, como
la distancia para regresar a Acarigua y después volver, era un poco complicado
me quedaba 15 días en Santa Bárbara; aprovechaba los domingos para salir de
correrías acompañado de Don Julio, en el llano adentro conseguir hielo no era
fácil, pero si se conseguía cerveza, allí aprendí a tomar cerveza caliente,
quieren que les diga una cosa, con el calor del llano se sentían deliciosas. Una
vez conversando con Don Julio, nace la idea de invitar a los funcionarios del
Banco Latino Acarigua a visitar al llano; aprovechamos un fin de semana largo,
y un sábado muy temprano estábamos rumbo a Santa Bárbara de Barinas, el sitio
de encuentro era el “Hotel Las Palmeras”,
varios vehículos salieron de Acarigua rumbo a nuestro destino. Como mi trabajo
no solamente era en la Agencia del Banco en Acarigua, invite a ciertos
funcionarios de la Sucursal del Banco en Barquisimeto; quien liderizaba el
grupo era el Lic. Luís un analista de créditos, habíamos hecho una gran amistad
en mi estadía en Barquisimeto. A eso de las 12:00 pm, estábamos llegando a la
“puerta de entrada al llano”, como se conocía a Santa Bárbara. De allí nos
trasladamos a una finca, donde nos esperaba un asado llanero y la música que
identifica al llanero venezolano, arpa, cuatro y maraca, y así estuvimos
disfrutando de esa “fiesta llanera”
hasta el domingo por la noche, nos recogimos temprano, porque al otro día el
lunes, teníamos que regresar a nuestros lugares de origen. Agradecimos a Don
Julio y a un grupo de ganaderos, por la excelente acogida. En el llano, cuando
hay fiesta y suena un arpa nadie duerme.
Quiero terminar esta entrada, con algunas reflexiones, extraídas de un
libro que recomiendo a continuación. “Para mejorar la productividad hay que
planificar primero, con un criterio muy realista. Hay que dar prioridad a lo
que produce. Lo que puede producir es el ganado. El llano es una fábrica de
becerros, de mautes y novillos. Si eso no se produce y se vende, no se podrá
seguir trabajando”. “En el llano para resolver el problema de las finanzas hay
una fórmula; invertir primero en ganado, segundo en ganado y tercero en
ganado”. Una referencia importante, cuando hablamos del llano de los años 70,
es Eduardo López de Ceballos, autor del libro “Por las Sabanas de Barinas”, editado
por la Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela, Caracas, 1970. Adiós caminos del
llano, no sé si los volveré a recorrer.
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