Aquellos Años (2015-2018) … Soy migrante en tierras ecuatorianas
La Navidad de Aquellos
Años en la Coro Colonial … Una Tradición que se Perdió
¡Mi viejo Coro colonial!
Nacido en Coro en el año 1941, en el seno de una familia de campesinos, en
una ciudad colonial de casas de adobe y bahareque, las calles de tierra, de
piedra o en la mayoría de los casos de cemento, con un alumbrado por las noches
que parecían tizones (un palo de leña encendido). La casa de mis abuelos
paternos, estaba ubicada en el centro de la ciudad de Coro, calle Federación Nº
43, a dos cuadras de la plaza Bolívar, la Comandancia de Policía y la Catedral
de Coro.
Mi vida transcurre en una serie de etapas, desde mi nacimiento y la llevada
a vivir con mis abuelos paternos, nunca volví a regresar. Mis experiencias y
muchos de mis principios están orientados a cultivar la buena convivencia, eso
lo aprendí en esa familia, mi familia paterna.
Antes de hablar, de los momentos vividos en mi infancia y en mi juventud en
torno a la navidad en casa de mis abuelos, quiero compartir cómo era nuestra casa
en los años 40. Quiero describir, comenzando por la entrada, un portón
grande, amplio, que permitiera la entrada del arreo de burros con que trabajaban
mis tíos. Luego el zaguán, los corredores y los cuartos que se comunicaban
todos internamente, el piso en su gran mayoría era de ladrillos
Había un cuarto
oscuro dónde guardaban la comida, allí
había sacos de café en grano, bultos de panela y papelón, sacos de sal en grano,
sacos de maíz en concha, cecinas de chivo salado, pescado salado, racimos de
cambur manzano, racimos de cambur topocho y bueno esa era la despensa de la
casa.
Ahora, vamos a describir la cocina con detalles. La cocina era un “fogón” se cocinaba con leña, también se tenía un anafre (era
un hornillo pequeño) que funcionaba con carbón vegetal, la cocina era amplia,
allí estaba también “el molino” para moler maíz
(Manual), estaba la “piedra de moler” y la mano de
piedra. Que yo recuerde, había una empleada doméstica, traída del campo, que
cocinaba los alimentos con leña, pues no existían las cocinas. Siempre había la
costumbre de dejar un palito de leña encendido dentro del fogón, para no gastar
mucho fósforo que eran escasos. Afuera de la cocina, hacia el sola en un área
techada, se tenía el “pilón de maíz” y su mano de
pilón, aquí se hacía el pilado que era el proceso de quitar la cascarilla al
maíz, entonces hablábamos de maíz pilado que era el grano de maíz pelado, esto
es sin la cáscara, usado para fabricar la masa para la elaboración de las
arepas, hallacas y lo que la imaginación de la cocinera mande; por que el
anterior era maíz en concha. El maíz se sancochaba en una olla grande, se
dejaba enfriar y listo para moler. El agua que quedaba de ese sancocho, se
destinaba al engorde de los cochinos (cerdos) para navidad. Un detalle
importante, cuando se mataba (faenaba) un cerdo se aprovechaba, la cabeza para
hacer el “Celse” y las lonjas de manteca (grasa) que se derretían para tener la
“manteca líquida”, pues para esa época no se conocía todavía el “Aceite”. Con
esa manteca era que se cocinaba. Una vez muerto el cerdo, se colocaba en una
mesa y se le echaba agua hirviendo para poder con un cuchillo retirar todo el
pelo que tenía.
Un elemento importante en la cocina era el “Budare”, con el que se hacían
las arepas, una ollita para hacer café, no había colador, se dejaba asentar
para poder servirlo.
El corredor antes de entrar a la cocina, allí había dos accesorios
importantes, el “Aguaducho” que tenía en la parte de arriba una piedra, y en la
parte de abajo la tinaja que recibía el agua filtrada. Si querías tomar agua
fría, solamente tenías que sacarla de la piedra, en ese entonces no conocíamos
la nevera. El otro accesorio es el “Aguamanil” que
tenía en la parte de arriba la ponchera y en la parte de abajo la jarra con
agua, en el extremo tenía para colocar el paño (o sea la toalla). En el otro
corredor siguiente estaba el comedor, mesa grande con cuatro sillas y una “vitrina” dónde se guardaban ingredientes para condimentar la
comida, los pocillos y platos de peltre, no faltaba nunca una tapara de suero
de leche de cabra. El baño estaba ubicado en el patio de la casa, una salita
con su pipa de agua, tobos y la infaltable totuma. Para lavar la ropa se tenía
una “batea de
madera”, debajo de una enramada hecha de cardón (cañizo o totocoro), los
baldes de agua y la panela de jabón (jabón azul o jabón de la tierra). Para ese
entonces no se conocía el jabón en polvo.
En el solar de la casa, en un sitio bien estratégico, estaba el “excusado o letrina”,
ya se imaginarán ustedes su uso, en ese entonces no conocíamos las cloacas ni
los inodoros.
Hay un detalle importante, la casa tenía un patio grande y un solar inmenso; para el solar se traía del campo,
los hatos que tenían el abuelo y los tíos, primeramente, tuvimos una vaca para
la leche de la casa, después eran cabras criollas lecheras 2 o 3; y se
alimentaban con el pasto “Al pará” (Pasto pará) y la hierba guinea (Pasto
guinea), que se traía de las huertas en los alrededores de Coro hacia la
Sierra.
La situación que se vivía para ese entonces era precaria, y la gente que
podía tomaba sus reservas para poder tener comida, es así que en el solar había
un chiquero dónde se engordaba los cochinos para la navidad, año nuevo y reyes;
también los pavos se engordaban para navidad y había un patio de gallinas que
producían sus huevos y los pollos para la mesa.
No se puede ocultar que la década de 1940 fue una época de producción
insuficiente para abastecer a la población; eran tiempos de escases, hambre y
miseria, había acaparamiento de los productos de primera necesidad.
Hay otro detalle importante, mi abuelo tenía otra casa al lado igual de
grande, allí dormían mis tíos cuando venían de visita. En esa casa había un
patio, traspatio y solar; en el traspatio mí abuela tenía una huerta, allí había sembrado
cambur manzano, topocho y morado, lechosa, quinchoncho, maíz, cilantro, hierba
buena, orégano, caña, yuca, limón, guayaba, ají picante, ají dulce y había
otros cultivos que hoy no recuerdo. Mi abuela tenía un refrán con el cilantro, “el cilantro es
bueno, pero no tanto, aunque en Coro decimos culantro”.
En el patio de la casa, había también tres matas o árboles que daban sus ricos
frutos, el mamón, el cerezo y la uva playa, todas las mañanas amanecía esterado
el piso de los frutos maduros que caían.
¿Cómo vivíamos la navidad en los años 40?
Seguramente, la respuesta dependerá de cómo vivía la gente antes, sus
limitaciones económicas y sus creencias religiosas. Vengo de una familia muy
creyente, católica, y que la navidad era una festividad importante porque
reunía a la familia en torno a esta fecha.
El “pesebre”,
tradicionalmente en la casa de los abuelos, se comenzaba a preparar a partir
del primero de diciembre, se buscaban todos los elementos necesarios, en un
rincón de la casa que hacían dos corredores, se instalaba, era grande, la
iluminación con bombillos pintados con diferentes colores, ya para el 16 de
diciembre estaba todo listo. Mi abuela tenía, un niño hermoso y grande en su
nicho, este se colocaba en el centro. A partir del 16 comenzaban
las misas de aguinaldo de cada mañana, hasta el 24 de diciembre con la misa del
gallo a la medianoche. Nuestra Catedral, era una iglesia bella, hermosa, con
unos detalles indescriptibles. Nuestro cura párroco, el presbítero Cástulo
Mármol Ferrer, hombre con una cultura y una gran devoción defendía con ahínco
su iglesia.
El nacimiento del niño Jesús, era la celebración más importante, llegó nochebuena,
este era el momento de la reunión de la familia, aquí disfrutábamos comiendo
hallaca, pavo, cochino (cerdo), por costumbre el chivo no podía faltar, bien
sea asado o en hervido.
Era tradicional, la bajada de “Los Salveros de la Sierra”, de casa en casa,
alegraban la navidad con sus salves y alegorías. Se compartía con ellos, se les
brindaba hallacas y otras comidas, y el infaltable ron (un cuartico), esa
cuadra era memorable, todavía no existía el Liceo Cecilio Acosta.
Triste el que no puede recordar su infancia, siento una gran nostalgia por
esa época y me gusta recordarla, que recuerdos.
Una de las cosas que me inculcaba mi abuela, era que el Niño Dios era
portador de regalos, pero para conseguirlos había que pedírselos por medio de
una cartita. Desde luego, comenzaba a escribir, y me preguntaban, que le vas a
pedir al niño, y yo respondía lo que quería. Cuando no me traía algo que yo
había pedido, me decían, los “Reyes Magos” te lo
van a traer. Muchas veces, acostado en mi hamaca me hacía el dormido, esperando
al niño, pero nunca pude verlo, porque me quedaba dormido ya de veras.
Muchos de mis tíos que estaban fuera de Coro por trabajo, llegaban unos el
22 y otros el 23, nuestra casa parecía una casa de vecindad, hamacas colgadas
en los corredores, en los cuartos, en la otra casa, y lo más interesante todos
se levantaban bien temprano. Y todos de una forma u otra, participaban en matar
los animales y prepararlo todo, largas jornadas preparando las hallacas y demás
comidas que se iban a servir. Los ajetreos en la cocina duraban hasta altas
horas de la noche. Pero todo era alegría, emocionante ver aquella convivencia
en familia. Esta fiesta familiar, acercaba a familiares y amigos, vecinos y
conocidos para compartir estos momentos especiales de regocijo y celebración.
Me tocaba a mí, llevar hallacas, dulces y otras comidas preparadas a los
vecinos, y de cada casa también enviaban lo suyo. No pasó mucho tiempo, cuando
los vecinos comenzaron a emigrar, habían vendido sus casas, y aquella cuadra
quedo solitaria.
En la elaboración de esta entrada de mi blog, la obligada introspección de
mis recuerdos me ha llevado a compartir con ustedes recuerdos de mi niñez que
me han acompañado a lo largo de mi vida.
Para mi viejo Coro Colonial este sencillo homenaje, hasta que Dios me de
vida recordándolo estaré, aunque me encuentre muy lejos añorando viviré, aquel
pedazo de suelo que un día me viera nacer.
Añoranza
“Recuerdos son de un tiempo ya pasado
imágenes que yo nunca he olvidado
y se han quedado escritas con amor
aquí muy dentro de mi corazón”
(Nelson Henríquez)
Blog Hoja 092
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