Aquellos Años (2015–2019) … Soy migrante en tierras ecuatorianas
Populismo del Siglo XXI
Populismo sinónimo de Corrupción
La experiencia venezolana
(Reseña 3ra. Parte)
¡Les contaré una
historia (18)!
“Estábamos a un paso del abismo… y dimos un
paso adelante”, es una frase, atribuida a muchos políticos latinoamericanos,
que se convirtió en realidad en Venezuela, hablamos de la corrupción en la
cuarta república, es cierto, si había, pero los corruptos de la época eran unos
bebes de pecho al lado de “la mafia chavista de poder” que ha gobernado a
Venezuela durante 20 años.
Pero, amigo Juan
Pueblo, te debes recordar que en entradas pasadas recomendaba leer el
libro sobre “Cleptocracia” (El nuevo
modelo de la corrupción) de Jenaro Villamil, periodista mexicano, que explica
como la institucionalización del robo se instaló en el Estado.
En su primer capítulo, el autor logra
establece una conceptualización interesante, veamos: “A diferencia de la mafia
del poder, el término cleptocracia define una dinámica distinta: es la institucionalización del
robo. La mafia del
poder es descriptiva, la cleptocracia es prescriptiva. La mafia del poder
captura al Estado, la cleptocracia se vuelve el Estado”.
La cleptocracia, a diferencia de la mafia,
transforma lo que son bienes públicos en bienes privados. La corrupción en la
cleptocracia no es la excepción, sino la regla, y no es una práctica ajena a la
institucionalidad sino el hecho que explica su funcionamiento”, con esas líneas
el periodista Jenaro Villamil esboza el sentido Cleptocracia, en su libro.
¡Escuchar para aprender! Seguimos aprendiendo, Juan Pueblo, la palabra “Cleptocracia” según Wikipedia, La Enciclopedia libre (viene del
griego clepto que significa robo y cracia que significa poder = dominio de los
ladrones) es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de
capital, institucionalizando la
corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y/o el
peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que
todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios
de la ley y todo el sistema político y económico. (https://es.wikipedia.org).
¡Seguimos aprendiendo! En una cleptocracia, los
mecanismos del gobierno del estado se dedican casi enteramente a gravar los
recursos y a la población del país, por medio de impuestos —no retribuibles a
ellos— desvíos de fondos, etc. Los dirigentes del sistema amasan grandes
fortunas personales, en especial el presidente o el mayor cargo de jefe de
estado, junto a los más allegados como los ministros, gobernadores, alcaldes y
asesores personales. El dinero es lavado o se desvía a cuentas bancarias
secretas, por lo general en paraísos fiscales, como encubrimiento del peculado
o robo.
Las economías de los regímenes cleptocráticos tienden a decaer constantemente, pues la corrupción
sistemática engendrada por el gobierno significa que la economía está
subordinada a los intereses de los cleptócratas.
¡Que
suba el telón!
- ¡El estallido del
populismo! Tengo obligatoriamente que hacer referencia, a una
información aparecida el 6 de junio de 2017, en el portal web
www.radiotelevisionmarti.com, bajo el título de: Vargas Llosa: el populismo “es hoy día un fenómeno mundial”. Aquí
el escritor peruano Mario Vargas Llosa arremete contra el populismo, que tachó
de “enfermedad
de la democracia”, al presentar su libro en Madrid “El estallido del populismo”. Es interesante Juan Pueblo, la insistencia del autor sobre sus argumentos contra
el populismo, “un
fenómeno mundial”
que "socava la democracia, destruye poco a poco las instituciones y lleva
a los países inevitablemente a una catástrofe económica".
El autor de 81 años, firme defensor del
liberalismo político y económico, mencionó a Venezuela como el caso "más trágico", pues según él
es "un país que se muere literalmente de hambre", y donde "la
existencia misma del pueblo común y corriente se ve amenazada por la insensata
política económica que ha llevado a este país a las orillas del abismo".
"El
populismo hoy se ha viralizado", abundó su hijo Álvaro, autor del
primer artículo del libro, "El caso Trump".
Álvaro Vargas Llosa defendió la edición como
"un libro
de combate", y englobó en su definición de populismo al
ultraderechista Frente Nacional francés, el presidente estadounidense, el
chavismo, el castrismo, el partido español de izquierda radical Podemos y el
gobierno de Rodrigo Duterte en Filipinas.
Por su lado, la periodista y disidente cubana
Yoani Sánchez, directora del diario digital
14ymedio.com, acusó a las
autoridades cubanas de haber hecho en Venezuela "una mala caricatura" de su
sistema, promoviendo ideas como "la estatización de la economía" o
"el estructurar el sistema alrededor de un hombre".
No obstante, afirmó que, a
diferencia de su país, en Venezuela sigue habiendo "estructuras cívicas
mínimas (...) que han permitido las protestas en los dos últimos meses"
contra el gobierno de Nicolás Maduro. "En el caso cubano no veo que pueda
ocurrir algo así, porque la mayoría de mis compatriotas prefieren cruzarse en
el mar con un tiburón
que con un policía", apostilló Sánchez, autora de otro de los artículos
del libro.
Entre sus 16 autores figuran la opositora
venezolana María Corina Machado, autora del
artículo "La
tiranía chavista y la decisión de vencerla", el
colombiano Plinio Apuleyo Mendoza y la ex diputada conservadora española
Cayetana Álvarez de Toledo.
- ¡La falta de confianza
en los partidos político! Aquí está el detalle, amigo Juan Pueblo, “El populismo ha ido mostrando su
capacidad de
resistencia a desaparecer, madurando en terrenos apropiados”, esa ha
sido la experiencia venezolana. Hay un artículo aparecido en el portal web www.ideas.llorenteycuenca.com,
de fecha 14 de septiembre de 2017, titulado: “El nuevo populismo de América Latina,
un movimiento más vivo que nunca”, escrito por Luisa García y Claudio
Vallejo.
Entendemos aquí populismo como una forma de
interpretar el juego político en la que los populistas reclaman para sí la
total representación de un “pueblo” formado tan solo por los partidarios del
líder populista, mientras la oposición carece de legitimidad y es equiparada a
la antipatria. Este planteamiento, lejos de estar en decadencia en América
Latina, sigue muy presente, ahora enarbolado no solo por partidos, movimientos
y liderazgos relacionados con el “socialismo del siglo XXI”, sino
también por fuerzas que se posicionan a la derecha del espectro político y que
ahora tienen mayores opciones de ganar elecciones o de obtener incidencia
electoral.
“El populismo promueve la relación directa
entre el líder y las masas. Para eludir los parlamentos y los partidos, los
líderes populistas construyen una antinomia y se paran de un lado: el del pueblo. El nombre
genérico del populismo es maniqueísmo. Más que las instituciones o las élites,
el enemigo del populismo son los matices”.
En América Latina el populismo ha demostrado
tener, históricamente, gran capacidad de resistencia y habilidad para ir
mutando a lo largo del siglo XX y el XXI. Susanne Gratius ya describió cómo
existió un primer populismo, “el clásico”, el de los años 30 y 40 (Juan Domingo
Perón o Getulio Vargas). Resurgió, cuando muchos analistas, expertos y
académicos lo daban por muerto, en forma de populismo neoliberal en los años 90
(Carlos Menem, Alberto Fujimori o Abdalá Bucaram) para desembocar la pasada
década en el “nuevo
populismo”, ya en forma de “socialismo del siglo XXI”, y cuyo principal
referente fue Hugo Chávez. De esta forma, el populismo ha ido mostrando su
capacidad de resistencia a desaparecer, madurando en terrenos apropiados: las
crisis políticas e institucionales, así como las crisis económicas y sociales
que acaban siendo excelentes caldos de cultivo, ideales para que germinen,
crezcan, se desarrollen e incluso muten.
El populismo puede parecer extinguido (en
América Latina ocurrió en los 60 y 70) o en retroceso (en la actualidad en
Latinoamérica), pero contiene un mensaje que acaba regresando por los resquicios
que dejan las crisis cíclicas y los cambios socioeconómicos traumáticos. Tras
la crisis de los 80 (la “Década Pérdida”) surgieron los “neopopulismos” de Menem o
Fujimori; tras la “Media
Década Perdida” (1997-2002) aparecieron el chavismo y los “socialistas del siglo
XXI”. Ahora, como apunta Emili J.
Blasco: “Existe un cambio de coyuntura económica que se ve plasmado en cambios
políticos. Esto no quiere decir que se vaya a trasladar a todos los países.
Unos gobiernos pasarán malos momentos y otros serán efectivamente barridos,
aunque de momento no creo que veamos el fin del populismo”.
La derrota del kirchnerismo en las
presidenciales de Argentina de 2015, la del chavismo en las legislativas en
Venezuela ese mismo año y la de Evo Morales en el referéndum de Bolivia
empezaron a crear esa falsa sensación, la de que el populismo se encontraba, y
se encuentra, en decadencia y en retirada en una región donde la mayoría de las
elecciones están trayendo derrotas de gobiernos cercanos o vinculados al “socialismo del siglo
XXI”. Las dificultades crecientes del Gobierno de Nicolás Maduro en
Venezuela desde 2016, o la ajustada victoria de Lenín Moreno en Ecuador en
2017, no han hecho sino confirmar esta sensación, más allá de que se haya
producido la abrumadora reelección de Daniel Ortega en Nicaragua.
El populismo, en su versión adscrita al “socialismo del siglo
XXI”, está atravesando un claro retroceso, mucho más marcado a partir de
2013 tras haber experimentado indudables progresos desde 2005. Hugo Chávez estuvo
durante seis años (1999-2005) muy solo en América Latina, más allá de su
alianza con la Cuba de Fidel Castro. A mediados de la pasada década, el
proyecto chavista empezó a ganar aliados en la región: Evo Morales en Bolivia
en 2005, Daniel Ortega en Nicaragua en 2006 y Rafael Correa en Ecuador en 2007.
Hasta 2009 esa propuesta “antiimperialista” y anti-neoliberal de Chávez (plasmada en el
ALBA, en Petrocaribe, etcétera) siguió expandiéndose con nuevos aliados como
Manuel Zelaya en Honduras o Fernando Lugo en Paraguay. Además, contaba con la
comprensión de Lula da Silva en Brasil y con la cercanía de la Argentina
kirchnerista.
En definitiva, la demagogia y el populismo están lejos de encontrarse en decadencia o a punto de
desaparecer en América Latina. De hecho, todo indica que reaparecerán bajo
otros rostros y además tendrán una presencia global, porque existe un contexto
propicio (el estancamiento económico), ejemplos exitosos que imitar (Donald
Trump) y líderes carismáticos que aspiran a aprovechar el nuevo momentum
populista.
- ¡Funcionario público
honrado! ¿En
Venezuela? La corrupción de la burocracia es eterna sin que nadie haya
descubierto mecanismos capaces de impedir y castigar este mal. Venezuela tiene
en la corrupción uno de los principales retos, una vez que acabe la usurpación
de la narcotiranía, vemos como estallan todos los días escándalos por
corrupción: corrupción en la justicia, corrupción en los CLAP, corrupción en el
sistema eléctrico, corrupción en la estatal petrolera (PDVSA), corrupción en el
sistema de salud. En fin, esto pica y se extiende.
- Esto esta jodido y lo
arrecho de esto Juan Pueblo, es que no veo en la
oposición, la persona indicada para resolver esto. ¿Sabes por qué? Porque están
jugando al populismo. Te voy a referir algo, Juan
Pueblo, en el portal web www.semana.com, el periodista Carlos
Fernando Galán, con fecha 21 de septiembre de 2018, publicaba un artículo
titulado: “El populismo también es
corrupción”. Él nos habla aquí y nos dice, hay una modalidad de corrupción
que está haciendo carrera, y aunque casi nunca se menciona en el debate
público, representa también una amenaza para la democracia: el populismo.
Dedicarse a menoscabar la confianza ciudadana
en las instituciones con el objetivo de lograr beneficios personales, réditos
políticos y aplausos de la galería, también es corrupción. Hacer demagogia con promesas inviables
y destinar cuantiosos recursos para hacerlas realidad, es corrupción. Darle prelación
a la ideología sobre la evidencia a la hora de hacer política “porque eso da votos”,
es corrupción.
Calificar de corrupto a todo aquel que manifieste su desacuerdo con una
posición y dedicarse a destruir su honra, simplemente por cuenta de su desacuerdo,
es corrupción. Todo
lo que implique poner los intereses personales por encima de la búsqueda de la
solución a un problema y del esfuerzo colectivo para resolverlo, es corrupción.
Resulta fundamental apoyar a quienes se
atreven a denunciar la corrupción. Hay que defender a los medios y periodistas
que no le tienen miedo al poder y, sin importar quien pueda estar involucrado,
son capaces de ejercer el control que les corresponde en una democracia. Hay
que exigirles a los encargados de investigar y sancionar la corrupción que
entreguen resultados. La impunidad es la mejor aliada de la corrupción. Pero ojo: no podemos permitir que la
necesidad de enfrentar ese flagelo nos lleve por el camino del populismo y
terminemos tratando de resolver unas modalidades de corrupción auspiciando
otras, en ocasiones igual o más costosas para el erario y para las
instituciones democráticas.
- ¡Hay lecciones
importantes que aprender! “El burócrata al servicio del Estado es clave
para proteger los intereses de los ciudadanos o sea el pueblo. O para acabar
con ella…”. No sé qué va a pasar en Venezuela Juan
Pueblo, la oposición está jugando al populismo, y no solamente eso, le
está dando respiro a la narcotiranía, esto para mi es grave. Caracha Juan Pueblo, “Ningún país ha logrado desterrar la
corrupción, pero algunos han conseguido reducirla sustancialmente”. Si la
oposición no corrige el rumbo, vamos al despeñadero. ¡Y esto si es grave!
¡Que
baje el telón!
¡Un
apunte final…!
¿Cómo juzgar los actos de corrupción cuando la justicia ha
sido tomada? La ayuda de la ONU es fundamental. Es necesario aprender de la experiencia guatemalteca.
Uno de los ejemplos más conocidos es la Comisión Internacional contra la
Impunidad en Guatemala. La creación de esta comisión fue acordada en los
Acuerdos de Paz de 1996 y se cristalizo a través de un acuerdo suscrito entre
las Naciones Unidas y la Republica de Guatemala en el 2006.
En ese acuerdo se estableció esta comisión,
cuyas funciones principales son la determinación de la existencia de los
denominados aparatos clandestinos, que son agrupaciones clandestinas de
personas que directa o indirectamente se beneficiaron del orden estatal y a
través de sus redes logran la impunidad por los delitos que cometieron. El juez
Falcone, de la operación italiana “Manos limpias”, llamaba mafias a estas
asociaciones clandestinas. En el acuerdo guatemalteco se estableció que una vez
identificadas, se determinaba la forma de operación, su financiamiento, su
estructura y su relación con el Estado.
Una vez que se han identificado las
asociaciones clandestinas que operaban en Guatemala, se pasó a definir la
relación con el Estado mediante operaciones conjuntas para desarticular,
investigar, enjuiciar y sancionar penalmente a los responsables.
Acusaron a sus integrantes de traidores a la
patria; sin embargo, los resultados son satisfactorios pues se descubrieron
asociaciones clandestinas que llegaron al mismísimo Otto Pérez, expresidente de
la Republica, que guarda prisión por el caso “La línea” que fue llevada a cabo
por una asociación clandestina que cooptó el Estado guatemalteco por la vía
electoral. Los casos que esta comisión ha conocido son de índole variada:
compras públicas, temas ambientales, defraudación tributaria, blanqueo de
dinero, financiamiento electoral ilícito, contratos anómalos, corrupción, venta
de pasaportes, malversación y ejecuciones extrajudiciales.
La colaboración internacional es fundamental. Si el objetivo de
esta comisión es la persecución de la corrupción enquistada en el Estado, el
respeto a los derechos humanos es el fundamento de la misma. Por esa razón, la
colaboración de agencias internacionales de Policía, de Fiscalía, de gobiernos
amigos, se hace imprescindible. La capacidad de rastreo de fondos
internacionales solo es posible con la cooperación de dichas entidades. (Del artículo
publicado en le Revista “Criterios”, titulado: “Exorcizar
al diablo de la corrupción”, por Juan Carlos Mejía, abril 2017, Cámara de Comercio de Quito).
¡Nota
sorprendente!
Tal como el chavismo se apuntaba a
convertirse en la continuación de Bolívar, López Obrador quiere ser el
continuador de Morelos, Madero y Lázaro Cárdenas. Andrés López Obrador tiene
todos los ingredientes para convertirse en un Hugo Chávez más grande y más
peligroso y México puede ser la repetición del populismo que se inicia
ofreciendo una transformación de dimensiones históricas y termina con una
tragedia humanitaria.
Una característica nada desdeñable del nuevo
Presidente es el afán de hacer una lectura nueva de la historia y sus
protagonistas. Tal como el chavismo se apuntaba a convertirse en la
continuación de Bolívar, López Obrador quiere hacer la cuarta revolución, ponerse
a la altura de los tres grandes revolucionarios mexicanos: Morelos, Madero y
Lázaro Cárdenas. Esas obras, por desgracia, toman mucho más que un período
presidencial, por ello teme la oposición que López Obrador ponga en práctica
las recomendaciones del Foro de Sao Paulo, esto es, aceptar la democracia como
mecanismo para llegar al poder, pero una vez alcanzado hay que tomar todas las
medidas para permanecer todo el tiempo necesario para realizar los cambios. (Del artículo
publicado en la Revista “Criterios”, titulado: “México:
¿Repetición o superación del populismo?, por Redacción
Criterios, enero 2019,
Cámara
de Comercio de Quito).
Pensamiento
“En Venezuela hay que reinventar la
educación, para crear un país de emprendedores, artistas e inventores, un país
digno y soberano en el contexto global” (Carlos Cruz-Diez).
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